jueves, 28 de enero de 2010

HISTORIA - EL RECONOCIMIENTO OFICIAL

En cada una de las fuentes públicas que se habían instalado en Bonavista había un cartel en el que paradójicamente podía leerse: «Potabilidad no garantizada». A principios de 1967, el Ayuntamiento de Tarragona aprueba el proyecto de construcción de un depósito de agua para abastecer a los populosos barrios de La Canonja, Bonavista y Torreforta. Si se cita este acontecimiento tan concreto es por dos razones principales. La primera es porque se trata de la primera obra pública que va a repercutir sobre Bonavista, teniendo en cuenta que han tenido que pasar siete años desde su creación. La segunda es porque va a marcar la tónica general en cuanto al tiempo de realización de los proyectos municipales en el barrio, desde que son aprobados hasta su definitiva terminación, que siempre se va a alargar de una forma escandalosa. En el caso del depósito regulador de aguas, a finales de 1969 todavía no se habían finalizado las obras.

La finalización de las obras de construcción de IQA y de Dow Unquinesa, que habían tenido en su momento álgido a más de mil obreros trabajando, deja en situación de desempleo a un buen número de trabajadores de Bonavista. En 1967, en los talleres que bajo la dirección del Centro Parroquial se están construyendo en el barrio (Escuela de Formación Profesional Industrial «Juan XXIII»), se habilita una de las naves para iniciar los cursos del Programa de Promoción Obrera. La situación escolar es de auténtica precariedad, contando tan sólo con varias aulas en la recién inaugurada escuela de la parroquia y con dos salas en malas condiciones y pequeñas: «allí -tal como recuerda una madre- no había ni bancos, nada más que el suelo y las paredes. Aquello era un sótano terrizo, los niños estaban sentados en cartones y en traviesas de esas de hacer la obra. Y allí había ciento y pico de niños metidos y no cabían, unos empaquetados encima de otros, allí se los iba a comer la miseria». Muchos niños seguían acudiendo a las «Escuelas Viejas» de La Canonja y más de doscientos quedaban sin escolarizar, fundamentalmente por la falta de recursos económicos de sus familias.

A mediados de 1968, el Ayuntamiento de Tarragona aprueba el proyecto de distribución de aguas y red de alcantarillado de Bonavista; el comienzo de las obras no tendría lugar hasta un año después. A finales de este año, la mayoría de los vecinos se dirige al Ayuntamiento, mediante un escrito, exigiendo mejoras para el barrio. En él se alude de forma clara a la marginación: «(...) y al no ser escuchados y vernos marginados de los más elementales derechos cívicos, crea en nosotros un estado de desdicha, de desgracia, de infelicidad profunda que si no se le da una solución rápida se caracterizará por un resentimiento contra los causantes de esta situación y por una desconfianza en todo y ante todo lo que sea ajeno al mundo obrero y a los pobres», tal como recoge el «Diario Español» del 31-12-68.

En el año 1969 empieza a cristalizar la formación de grupos organizados dentro del barrio, si bien con intereses diferentes y, a veces, encontrados. Por un lado, la Iglesia consigue su implantación definitiva en el barrio, funcionando ya bajo su tutela directa el Centro de Formación Profesional «Juan XXIII», el Tele-Club e, indirectamente, el Centro de Asistencia Social. La línea de actuación de la institución eclesiástica puede resumirse como bien intencionada, pero absolutamente paternalista. Por otro lado, la Asociación de Vecinos, que venía funcionando informal y clandestinamente desde hacia varios años y que a finales de año, en octubre, logra celebrar su primera Asamblea en la legalidad, representa la línea crítica y reivindicativa.

Mientras tanto, la situación urbanística de Bonavista sigue siendo un caos. Cuando en junio comienzan las obras de alcantarillado, en la edición del día 14 de este mes del «Diario Español», en la pag. 5, el cronista local hace un comentario en el tono más cínico: «Durante estos últimos días en que la lluvia nos ha colmado, transitar por las calles de Bonavista era un martirio. Claro que los vecinos ya están acostumbrados y hasta es posible que cuando se remate la obra de urbanización, haya una pizca de nostalgia por los barrizales que se forman ahora. Sí, es posible».

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